Deseo, Guerra y Ausencia

(A Lorca desde New York)
Debajo de las multiplicaciones 
estoy yo ahora buscando a Lorca
entre corazones de sangre derramada
entre estertores de luna acuchillada.

Le pregunté al rey del Harlem 

estaba viejo ya y en su demencia
olvidaba su cuchara entre las latas
que vendía por súbita clemencia.
Sólo le quedaba su charla intranquila de profeta
nada de los versos que tu le regalabas. 

La mujer negra, esa gorda de ahí delante

rezumaba aún sudor de sus muslos de elefante 
y arrastraba sendos bultos con sus hijos bien metidos,
dos en un saco y dos en un sepulcro.
Era formidable ver su cuerpo teñido de noche
pelear contra la urbe agría de carmín, 
de río bebido, de ausentes preñada.

De Federico me dijo

hace tiempo no se nada
se le olvido al pobre el tiempo 
y todas sus palabras.

Entonces me acordé de Granada
tu tierra y un poco mi asfalto
y como estás ahí metalizado
estatua absurda y callada
sin tu mirada de prados
ni tu escucha de río
sin un llanto para un morisco 
ni palmas para una gitana.

Pero ven Lorca desconocido que eres hermano mío

ven con tu carcajada que a la mar pondremos alas
el piano pequeñito será el último proscrito
y la guitarra malhablada será nuestra inmaculada.

Ay! Bailaor de palabras

si querías tu llorar por no ser aquí un poeta 
no sé porqué hacerlo yo, por no ser un hombre entero
por ser una mascara que baila una danza de cometa.

Por no saber decir te quiero 
ni romper en alaridos cuando me estrujan el pecho.

Y si no te reconocías en espejos tan fornidos

¿que te diría yo? queriendo avivar tu oído
como quien le sopla a unas ascuas.

Te diré que hay unos huecos
en los que cabría la Alhambra,
llorando de afuera adentro
los muertos de cien países,
penando en la misma trampa
que te arrancó el firmamento.

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